Negocios cerrados: la sombra de la violencia en las escuelas
Las ventas se han visto afectadas por los establecimientos que siguen en clases en casa
Un silencio fantasmal reina en las calles aledañas a las escuelas que aún no han reanudado las clases presenciales en Quito. Las casetas que antes rebosaban de colores y aromas con golosinas y comida rápida permanecen cerradas, víctimas de la ola de violencia que azotó al país a principios de enero.
En el norte de la ciudad, a pocos metros de la Cárcel 4, la desolación es palpable. Los pocos negocios que se mantienen abiertos, como las papelerías, sufren las consecuencias de la virtualidad impuesta a más de 8.000 estudiantes de la zona por su cercanía a Centros de Privación de Libertad (CPL) y Centros de Adolescentes Infractores (CAI), según datos del Ministerio de Educación. Esta cifra es la más reciente difundida por la cartera de Estado hasta enero. Esto debido a que no existe un listado de los planteles por cuestión de seguridad.
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Leer más“Es como si la ciudad se hubiera tragado a los niños”, comenta con tristeza Dolores, propietaria de una pequeña tienda de abarrotes ubicada frente a una escuela primaria. “Antes, a esta hora, la calle era un hervidero de risas y juegos. Ahora solo hay silencio”.
Dolores menciona que pese a que el retorno de clases ha sido progresivo, los afectados son los comerciantes que viven de las ventas y algunos esperan con angustia que se cumpla a totalidad el regreso.
Ximena Calvache observa con preocupación su local vacío. La sombra de la violencia se cierne sobre las calles de Quito, donde el regreso a clases no ha traído consigo la normalidad esperada. La inseguridad mantiene a los estudiantes bajo techo y a los negocios cerrados, con graves consecuencias económicas para la comunidad.
Nosotros somos los creadores de nuestra fuente de trabajo, si no hay ventas, no tenemos ingresos económicos. Por eso pido la reubicación de la cárcel.
“La verdad nos afectó mucho económicamente”, dice Calvache, dueña de un local de internet y papelería. “Este sector vive de las ventas. Cuando los estudiantes están activos hay movimiento, hay vida. Pero ahora las calles están vacías y los negocios cerrados”.
La situación se agrava por la presencia de la Cárcel 4, ubicada a pocos pasos de los colegios y unidades educativas. “Solo existe vigilancia en la cárcel”, denuncia Calvache. “Cuando los jóvenes regresaron a clases, el lunes 5 de febrero, no hubo presencia policial ni al ingreso ni a la salida”.
Las autoridades argumentan que las medidas de seguridad son necesarias, pero para Calvache y otros comerciantes la realidad es otra. Ellos piden que se reubiquen las cárceles que están en zonas residenciales y educativas para evitar cierres en futuras eventualidades. “Siempre que pasa algo relacionado a algún motín o con la inseguridad en las clases, los afectados son los comerciantes y estudiantes porque cercan los alrededores de las cárceles”.
Padres de familia como Luis Cacuango, cuyo hijo cursa el tercer grado, expresan su preocupación por la falta de un retorno a las aulas presenciales.
“Los muchachos no aprenden en la virtualidad”, asegura Cacuango, quien describe cómo su hijo se distrae con facilidad y requiere constante atención durante las clases virtuales.
Los clientes potenciales son los estudiantes, maestros y padres de familia. Tengo que reunir para pagar el arriendo del local, es una situación preocupante.
En su caso, debe dividir su tiempo en atender su negocio y supervisar a su hijo en las clases virtuales.
La escuela de su hijo está a dos kilómetros de distancia de la cárcel de El Inca, ubicada en el norte de la capital, y por ello se suspendió la presencialidad mientras el Ministerio de Educación analiza el nivel de riesgo para que la comunidad educativa pueda retornar a las aulas. Los profesores, resignados, imparten clases virtuales a través de pantallas que no logran reemplazar la calidez del contacto humano.
Para el padre de familia, las ventas en su caso también se han visto afectadas, su local está ubicado en una zona educativa en el norte de la ciudad que tampoco han retornado a clases. Comenta que se encuentra preocupado.
“La venta se redujo a 20 dólares, a veces es menos y con las justas reúno los 380 dólares para el arriendo del local que ya lo tengo doce años”.
Por ejemplo, en el sector de La Mariscal, la situación es diferente, los comercios se han empezado a reactivar.
Ya hay estudiantes que entran y salen de los locales y para los comerciantes regresa la vida al sector.
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