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El patrimonio rural de Quito lucha por perdurar
En Cumbayá, Tumbaco y Puembo, las casas antiguas se transformaron en negocios. Historiadores buscan preservar lo que queda
A sus ochenta y dos años, Ana Rosa Sánchez aún recuerda el Cumbayá de su infancia: las casas de adobe, carrizo y teja, las vías rurales terrosas y la unidad entre los vecinos.
“La Navidad se festejaba entre todos después de la misa de gallo”, recuerda.
Auge inmobiliario
Sin embargo, hoy en día, la parroquia que la vio nacer no se parece en nada a la de su juventud. En lugar de las antiguas casas, hay modernos negocios, y de la parroquia de antaño no quedan ni vestigios.
Y si bien el paso hacia la modernidad fue un cambio positivo, la esencia de la localidad, indica el historiador Walter Rojas, fue desapareciendo.
“En todo el centro de la parroquia, las casas antiguas fueron derrumbadas o remodeladas para construir negocios... Preocupados por la situación, fuimos a averiguar con el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) qué había sucedido con las casas que estaban inventariadas como patrimonio, pero nos supieron decir que eran de interés patrimonial, pero que sin salvaguardas formales no había nada que frenara que las modificaran o las derribaran”, señala.
En Puembo, esta situación se replica conforme el auge inmobiliario avanza hacia el corazón de la parroquia, como explica el historiador Cristian Soto.
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“En Puembo, el patrimonio que perdura son las iglesias, empezando por la iglesia Santiago Apóstol, que data de 1608 y aún conserva importantes reliquias. Sin embargo, las casas y haciendas de esa época ya no existen. No se hizo un trabajo de preservación”, comenta.
Mientras tanto, en Tumbaco, las pocas viviendas patrimoniales que perduran, como la emblemática Villa Vega, que cuenta con más de 125 años de antigüedad, se enfrentan a otra realidad: pese a la aprobación de una ordenanza que busca incentivar la rehabilitación de inmuebles de interés histórico, la gestión de incentivos y créditos es compleja para los propietarios.
EXPRESO consultó al IMP sobre la inversión y el mantenimiento del patrimonio en las parroquias rurales. La entidad señaló que, hasta finales de 2024, la inversión fue de aproximadamente $530.000 en todo el DMQ.
En las zonas rurales, señalan, se trabaja en “el mantenimiento de caminerías y calzadas de piedra en parques centrales, la revisión y reparación de iluminación ornamental en parques e iglesias principales, la limpieza y mantenimiento de piletas, y la conservación del mobiliario, entre otros”.
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Las fiestas populares también están en la mira
Y si bien el cuidado del patrimonio material ha sido prácticamente imposible de preservar, para los historiadores y activistas rurales, esto se compensa con el cuidado del patrimonio inmaterial.
No obstante, aun con esa loable propuesta, han tenido numerosas dificultades, especialmente con las fiestas religiosas populares.
“La fiesta de San Juan de Cumbayá se celebra cada 24 de junio y es organizada por los priostes, que son los responsables de organizar todas las actividades en honor a su patrono, San Juan Bautista. Dura tres días y tiene sus ritos icónicos. Estamos hablando de una fiesta que tiene trescientos años de historia.
Sin embargo, las urbanizaciones aledañas han logrado que sea cada vez más difícil sacar los permisos para realizar la fiesta, y cada año se quejan de la pirotecnia y del ruido. Es interesante que durante el fin de año, cuando hay esos mismos elementos, no hay quejas... Hay una intención por desaparecer las tradiciones populares”, analiza Walter Rojas.
Para la historiadora Andrea Correa, la situación se replica en otras parroquias de la capital.
“En Lumbisí, en Puembo y en Tumbaco también se están dando estos mismos conflictos entre la población originaria y los nuevos vecinos. Hay una intencionalidad, muy arraigada en el clasicismo y el racismo, de que las fiestas populares desaparezcan para no ‘incomodar’ a los nuevos residentes o ‘afear’ la parroquia con ritos que pueden parecerles chabacanos o kitsch”, asegura.
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