Patrimonio viviente en La Mariscal
La arquitectura de este barrio que se niega a morir es uno de sus atractivos. Una de las casas más bonitas está en la arbolada calle Juan Rodríguez
La calle Juan Rodríguez es una de las más emblemáticas de La Mariscal. Sus casas de estilo europeo y sus altos árboles de platanes, cuyas ramas se unen con las de los árboles de enfrente hasta formar un frondoso túnel, constituyen un rincón único.
En esa estrecha calle, entre la Seis de Diciembre y Reina Victoria, se ubica la octogenaria casa de Fernando Garcés. Su techo de teja, sus paredes de ladrillo y ventanas con marcos de madera la hacen una de las más bonitas del barrio, que el año pasado cumplió 100 años de fundación.
“El problema de La Mariscal tiene ya más de 10 años”
Leer másSu estilo neorrenacentista bávaro, propio de las casas en el norte de Francia y sur de Alemania, destaca en el entorno.
Al ingresar a la casa hay una placa metálica que indica que el bien es patrimonio de la historia de Quito, por lo tanto no puede ser destruido ni se puede modificar su fachada.
Dentro de la vivienda se conservan intactos los acabados originales. La sala y comedor están decoradas con esculturas de querubines incrustadas en la parte alta de la pared, en la unión con el techo, y en el centro del techo hay más esculturas. Los pisos son de tablones de madera de eucalipto, el tumbado tiene vigas de eucalipto, revestida de chocoto (una mezcla de tierra volcánica o cargahua, agua y paja).
Fernando Garcés ha dedicado gran parte de su vida a decorar, preservar y hacer de su vivienda un museo viviente. Su amor por las antigüedades, unas heredadas otras compradas, se nota en cada salón.
En la sala hay una vitrola que aún es capaz de reproducir el sonido, pues la caja especial de resonancia y una manivela para darle cuerda están intactas. Tiene otra rocola e instrumentos, pues la pasión de su propietario es la música y, en especial, los pasillos ecuatorianos.
Sus muebles también son antiguos, algunos juegos traídos de Francia, como un armario lleno de tallados, que no tiene ninguna bisagra, sino que se desarma y arma con precisión.
La chimenea de piedra, la bañera antigua con patas doradas, las puertas talladas, los candelabros, vasijas prehispánicas, cuadros coloniales, reliquias africanas y de otros países a los que Garcés viajó: todo adentro evoca a una época pasada, en donde La Mariscal era un barrio residencial y las casas patrimoniales no se habían convertido en bares y discotecas.
Previo a la pandemia, el barrio tenía una población flotante de 150.000 personas diarias (100.000 eran estudiantes) frente a solo 8.000 residentes. Sin embargo, los visitantes se redujeron y con ello los negocios cerraron. Pero aún el barrio es visitado por los vendedores de drogas, trabajadoras sexuales y a los jóvenes que gustan de embriagarse en la vía pública.
Dentro de la casa de Garcés, esa realidad pasa inadvertida. Sus pequeños jardines, sus geranios, su palmera y plantas de tomate de árbol se han convertido en una barrera que protege del trajinar del exterior. En la cocina de su casa hay un horno antiguo, que recuerda a la época en la que se cocinaba con leña y las casas del sector tenían chimeneas humeantes todo el día.
“La Mariscal no está agonizando, está muerta. La mataron las autoridades”, dice Garcés, quien fue uno de los dirigentes barriales. Ahora hasta él piensa en vender todo e irse. “Con mucho dolor, porque toda mi vida he estado en este barrio, pero la situación aquí es penosa”.
Entre los personajes ilustres que han vivido en esa casa está Sara Garcés, la hija menor de Fernando, quien fue Reina de Quito 2016-2017.
Su padre recuerda que hubo una época en la que los niños del barrio salían de sus casas a jugar en el parque Gabriela Mistral, donde las familias podían caminar seguras por las noches.
De esa realidad casi no queda nada. Tal vez la calle Juan Rodríguez, por el esfuerzo de sus propietarios ha logrado que no hayan bares ni discotecas y que se conserven los árboles de platán, pero a menos de 200 metros hay un verdadero tugurio.
Negocios que funcionan dentro de casas patrimoniales, que nunca son controlados por las autoridades y cuyo único producto que ofrecen es un “combo” de tres cervezas por cinco dólares. Además allí laboran extranjeros sin papeles, a quienes no se les paga ni el salario básico y hay prostitución.
“Duele que se pierda así el patrimonio”, dice Garcés. Por ahora su casa se ha convertido en un fuerte. Sus gruesas paredes lo aíslan del ruido de los farristas. La construcción no tiene columnas y ha soportado temblores, torrenciales lluvias, pero no sabe si siga resistiendo a los malos alcaldes.
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La arquitectura uniforme y hermosa de las casas de la calle Juan Rodríguez es responsabilidad del ingeniero Luis Egüez, quien lotizó este terreno para la Caja de Pensiones (antecesora del IESS). Estas viviendas se ofrecían a los afiliados de clase media y media-alta. Las casas tenían jardines y no poseían un cerramientos, sino que eran casas adosadas con pequeños jardines. La idea era construir una “ciudad jardín”. Afuera de las casas se plantaron árboles de la especie platanus acerofilia, más conocida como platán. 17 de ellos están catalogados como patrimoniales por la Secretaría de Ambiente del Municipio.
- 8.000 personas son las que residen en La Mariscal, que en los últimos año se ha ido despoblando por los problemas de inseguridad y proliferación de bares y discotecas.
La decadencia y olvido
La falta de regulación municipal, sobre el uso del suelo de La Mariscal, sumado de la corrupción de las instituciones de control, que se ensañaban con unos negocios y hacían de la vista gorda por otros clubes o bares de mala muerte, han causado el estado de abandono en el que está el barrio. La pandemia terminó de rematar los negocios, sobre todo hoteles, teatros, librerías y restaurantes. La prostitución de mujeres y transexuales, la venta de droga y licor, sumado a la delincuencia son los males que agobian a los habitantes. Los vecinos piden que las casas patrimoniales sean rescatadas y que se impida la utilización de estos bienes para convertirlos en bares y discotecas. Este año, a las viviendas de ese sector se les ha cobrado más de 600 en impuesto predial, pero los dueños no ven las obras de mejoras ni la inversión en mayor seguridad.
- 200 casas patrimoniales hay en La Mariscal, las más antiguas son de principio de siglo XX y son palacios.