Una pequeña metrópoli
La República del Salvador es una zona exclusiva con edificios elegantes, restaurantes, hoteles, etc. Pero no todo brilla. Hay mendicidad y delincuencia
Ximena Arcos, de 50 años, escarba en su memoria para recordar lo que fue la avenida República de El Salvador, en el norte de Quito, hace un cuarto de siglo: residencial, amable, tranquila y ‘cool’...
Hoy palpita una nueva realidad. Y el cambio que ha sufrido esta zona viene desde hace cuatro años, cuando pasó de ser solo el ‘distrito empresarial’ de la capital a una ‘zona pink’ con caos.
Aquí, todo lo ‘in’: restaurantes de lujo, hoteles cinco estrellas, bancos y penthouses, encubre lo ‘out’: mendicidad, delincuencia, bulla y relajo. Y casi nadie lo nota. Su fachada ‘ricachona’ hace que aquello se confunda entre las luces, la algarabía y la opulencia, sobre todo cuando cae la tarde y el comercio, entretenimiento y vida nocturna se activan.
Iñaquito, parroquia a la que pertenece la avenida y cuyo significado es ‘Quito chiquito’, tiene 18 manzanas. A lo largo de sus 1,09 kilómetros hay establecimientos, edificios y estructuras con aires europeos, asiáticos, libaneses y latinos. No es todo. El sector está atravesado por cinco calles que hacen referencia al Viejo Continente: Suecia, Portugal, Irlanda, Moscú y Suiza. Para muchos de sus habitantes, esto le da representatividad.
La Mariscal pierde brillo y otras zonas la desplazan
Leer másY hay más. La avenida conecta por el norte con la Naciones Unidas (otra arteria importante) y por el sur con Los Shyris, cerca del parque La Carolina, uno de los pulmones de Quito.
Viernes, 20:00. Llueve. Y no importa. Hay movimiento en los más de 30 locales que están al pie de los edificios (solo 10 guardan su chispa de antigüedad) que flanquean la República de El Salvador, donde en cada uno, con 33 pisos aproximadamente, residen unas 150 familias.
Restaurantes, notarías, empresas, ministerios, bares, cafeterías y otros fueron diseñados con tino para no desentonar con la fachada de una de las tres zonas más caras de Latinoamérica y la número 11 de 15 a nivel mundial, según una empresa internacional de bienes raíces.
La temperatura alcanza los 12 grados centígrados. Y la gente va, viene, entra y sale. Son una parte de los 125 mil caminantes que a diario visitan esa zona.
Mientras una pareja espera por una mesa afuera de un local de comida asiática, donde la especialidad son los guisos de cortes especiales de carne de res, una mujer humilde, con una niña en brazos, rompe con la ‘armonía’ del sitio... “Regáleme para comer. Una ayudita, por favor”, suplica a unos novios que pasan de ella.
Ellos le regalan una dosis de desprecio antes de continuar hacia el restaurante. La mendiga se espanta. Se oculta bajo las sombras, o al menos eso intenta. Es imposible. Hay 30 lámparas que encienden esta avenida.
Cuatro cuadras hacia el sur, desde la avenida Naciones Unidas, entre la multitud, un padre delibera con su hijo sobre la cena de esa noche, al pie de una puerta de cristal, donde reza en letras blancas: Via Partenope.
Huele a pizza. Huele a pasta. “Huele a Nápoles”, dice Ricardo Yoris, administrador de este restaurante, que pese a la pandemia no se hundió como el 30 % de los otros negocios que murieron.
Aclara que italiano no es lo mismo que napolitano. La diferencia radica en la técnica de cocción. Y en su cocina no solo elaboran platillos propios de esa región, sino que su toque secreto está en “fabricar ideas, gustos y sabores que encantan al paladar”.
Sus especialidades son la pizza margarita y los espaguetis. “Desde que mezclamos la harina hasta que sale el plato para ser consumido, lo hacemos ante los ojos del cliente. Esa es su mayor garantía de lo que comen y para nosotros la mejor satisfacción”. En el día preparan hasta 300 pizzas y 20 kilos de pasta.
Afuera, el frío no da tregua, pero qué importa. Si para acercarse a Italia no es suficiente la comida, también quedan los cocteles propios de esta región. Josué Guzmán cuenta que el Aperol Spritz es la bebida más cotizada. Tiene un toque amargo similar a la naranja y es espumante, cuenta el experto en tragos. La norma dice que este coctel puede ser consumido en verano, “pero aquí lo hacen más en invierno. El ambiente, la comida, la bebida se prestan para sentirse en una colonia italiana” que se respira desde esta república ecuatoriana.
Y tras salir de este lugar, el camino continúa bajo la hilera de luces que hacen de esta avenida una pasarela, una que la hace ver como “una postal linda de Quito”, dice el urbanista Diego Mafla. Sostiene que esta zona no es más que una “metrópoli pequeña, que tiene de todo y a la mano. Que solo basta con voltearse para alcanzar algo”, y que mientras otras zonas de Quito mueren lento, aquí se reorganizan y reinventan, pese a sus problemas. El principal, la delincuencia.
Desde hace meses se conformó el Comité de la República de El Salvador y Alrededores, que reúne a propietarios de locales y moradores. Paola Burbano, una de las dirigentes de la organización, dijo que la delincuencia y la mala organización del tránsito son, entre otros, los mayores ‘dolores de cabeza’ para los habitantes de esta avenida y sus calles satélite.
Desde el año pasado, el comité ya mantenía reuniones con las autoridades municipales, pero los cambios en el Cabildo han hecho que muchos programas para el barrio regresen a cero.
La gente se concentra más en esta zona porque ya no quiere ir a La Foch, en La Mariscal, porque hay una invasión grande de criminalidad y migrantes
La gente se concentra más en esta zona porque ya no quiere ir a La Foch, en La Mariscal, porque hay una invasión grande de criminalidad y migrantes.