La prevención del ciudadano ante el Cotopaxi es limitada
Aunque en Latacunga se preservan las historias de la erupción de 1877, pocos están preparados. Los datos sobre qué hacer es el reto en esta fase
En la memoria de los latacungueños está presente una fecha: 26 de junio de 1877.
Fue un martes, hace 146 años. El volcán Cotopaxi erupcionó. Fue una tragedia. La historia de la ciudad enterrada en polvo y ceniza, con la presencia de lahares y flujos piroclásticos, con animales muertos y cosechas perdidas, ha pasado de generación a generación.
“Mis abuelitos me sabían contar lo que a ellos les contaron, que salía pura candela del volcán. El agua venía hirviendo por el río. La lluvia de ceniza duró dos días, ellos habían pasado dos días en la oscuridad. Mis abuelitos decían que salieron unas piedrotas rojas del volcán, pura candela”, cuenta María Luisa Caizapanta, de 89 años.
Los planes en caso de erupción del Cotopaxi están en pañales
Leer másLa historia de la última erupción está también presente en la imaginación de los más jóvenes. “El abuelo de mi abuelo estuvo en la erupción. Tenía ocho años. Decía que lo peor fue la ceniza, que cayó tanto que se habían quedado atrapados en las casas. Decía que no tenía qué comer y que había estado raspando la tierra buscando alguna papa, alguna haba, pero no había nada, solo polvo y ceniza”, dice Joselyn Quimbita, de 19 años.
Pese a la memoria intacta de la población y a esa capacidad que tienen los latacungueños para dimensionar el peligro, pocos están preparados para una eventual erupción del Cotopaxi.
Hoy en día, en las calles de Latacunga se preservan las señales que indican rutas de evacuación, peligro de caída de rocas, zonas de concentración, puntos seguros. Fueron colocadas en 2015, cuando se incrementó la actividad eruptiva. Pero al consultar a la gente si saben dónde están las zonas seguras o albergues, si cuenta con pilas, linternas, si conservan agua en bidones, responden que no.
“No hemos hecho un simulacro desde hace años. La verdad es que falta información. Yo no sé, por ejemplo, dónde me tengo que refugiar”, dice Mayté Fiallos, de 34 años.
¿Pero usted tiene comida en su casa, tiene linternas o mascarillas? “No, la verdad no tengo nada. Dios no quiera que el volcán explote porque la verdad yo me iría de la ciudad”, agrega.
Como la joven, la mayoría de los consultados reconoció que no cuenta con información actualizada ni con equipo básico para su supervivencia.
Según el Servicio Nacional de Gestión de Riesgos, una posible erupción podría afectar a 39 parroquias ubicadas en Latacunga, Saquisilí y Salcedo, en Cotopaxi; Archidona y Tena, en Napo. Quito, Mejía y Rumiñahui, en Pichincha. Y Ambato y Píllaro, en Tungurahua.
La entidad señala que en este momento está actualizado y coordinando los planes de acción con otras instituciones.
En 1877, los registros indican que el volcán arrojó una columna de ceniza, una de las cuales formó una nube que se elevó de 6 a 8 kilómetros de altura. Los lahares arrasaron Latacunga que entonces tenía un centenar de casas.
El gigante ha despertado. Desde hace cuatro meses, las señales han aumentado: fumarolas, fuerte olor a azufre, columnas de ceniza, alta sismicidad, indica el Instituto Geofísico.
Su alerta amarilla implica que los planes de respuesta, desde las instituciones, y desde la gente deben estar en marcha. Eso no significa que la erupción sea inminente. “No podemos predecir nada, pero los ciudadanos debemos prepararnos y aprender de la historia”, dice Julián Tucumbi, director de Gestión de Riesgos de la Zona 3.
“A mí, por mi profesión de paramédico, solo estoy enterada de qué hacer y ya tengo lista una maleta de emergencia. Pero he visto que en varios hospitales de Latacunga no hay nada de información, ni para los pacientes, familiares o el personal médico. No hay ni señalética”, dice Liliam Prado, de 25 años.
Las amenazas para los latacungueños son varias, desde flujos piroclásticos, flujos de lava, gases, sismos volcánicos, caída de ceniza y flujos de lodo (lahares) pueden viajar grandes distancias. En el peor de los casos, Gestión de Riesgos dice que la cantidad de material volcánico transportado a través de los afluentes de los ríos podría alcanzar los 70 km por hora.
“No estamos preparados. Aunque todos hemos crecido con historias sobre la erupción, si hoy pasara, solo correría a alguna zona alta. Pero no tengo ni una mochila lista”, reconoce Geovana Puga. Mientras no llega ese día, en Latacunga la gente camina tranquila sin mirar al volcán.
- Pronóstico. No se puede establecer cuándo erupcionará el volcán Cotopaxi. Pero la preparación puede evitar pérdidas por sobre los $ 3.000 millones.
No se sabe si será verdad o mentira eso de que va a erupcionar. Un señor en un audio (de WhatsApp) decía que era mentira para que vendamos las tierras a precio de huevo. Sería bueno que hagan un simulacro y den información.
Si empiezan a sonar las sirenas, lo que haría primero es llamar por teléfono a mi familia. He visto las rutas de escape, la señalética, pero no conozco, la verdad, cuáles son esos puntos. Tampoco tengo lista la mochila ni tengo los productos no perecibles.
Los latacungueños no estamos preparados. Yo estudio seguridad e higiene del trabajo y hoy nos fuimos a unas escuelas. Vimos mucha desorganización, no tienen las cosas listas. Si hoy el volcán erupcionara la gente se desesperaría y no sabría qué hacer.
Si hoy erupciona el volcán, lo primero que haría es ir a mi ciudad (Ambato), que está cerca. Pero no sé si hayan buses o si la gente se ponga loca. Ahí sí no sabría qué hacer. seguramente seguiría a algún militar.
Hay mucha desinformación, primero. Después no hay charlas, no hay simulacros. Creo que no estamos preparados. En 2015 nos dijeron que hay que llegar a un punto, pero ahora dice que ni ese punto es seguro. Qué mismo será.
Tenemos planes de evacuación. Sabemos qué funciones debemos realizar. El tema de albergues se está coordinando. Pero también hay un componente que es responsabilidad de la población, deben saber cuál es el peligro.