Proyecto ecológico en Tumbaco impulsa el reciclaje del agua
En esta zona del valle, una iniciativa privada busca aprovechar el líquido vital para reutilizarlo
En la ciudad de Quito, la preocupación por el desabastecimiento de agua potable es cada vez más palpable. La Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps) ha alertado a la población sobre el grave impacto que tiene el uso indiscriminado del líquido vital.
Según las cifras oficiales, una ducha de solo cuatro minutos consume alrededor de 36 litros de agua. Si a este dato se suman los 24 litros que se usan en cada descarga del inodoro y los 14 litros utilizados en las tareas cotidianas de limpieza del hogar, el panorama se vuelve aún más alarmante. Estos números nos dan una idea clara de cómo el consumo diario de agua, en acciones tan simples como ducharse o limpiar, puede generar un impacto significativo en los recursos hídricos de la capital.
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Leer másEn medio de esta situación de emergencia hídrica, expertos y ciudadanos han comenzado a proponer alternativas sostenibles para hacer frente a la escasez de agua. Cristian Villamarín, docente de la Universidad de las Américas, subraya la necesidad urgente de adoptar prácticas de conservación del agua.
Según el catedrático, las sequías se volverán cada vez más intensas y frecuentes debido al cambio climático, lo que exige repensar la forma en que gestionamos este recurso tan vital para la vida.
A medida de que Quito experimenta un crecimiento urbano acelerado, los patrones de consumo de este líquido en la ciudad se han incrementado, lo que ha generado una presión adicional sobre los sistemas de abastecimiento.
Sin embargo, en Tumbaco existen iniciativas ciudadanas que buscan no solo reducir el consumo, sino también recuperar y aprovechar de manera más eficiente los recursos hídricos disponibles.
Uso eficiente del agua
En el sector de Chiviquí se desarrolla un modelo urbano sostenible que no depende exclusivamente de los recursos hídricos convencionales. El proyecto, conocido como Terra Viva, se lanzó en 2020 con el objetivo de promover el uso eficiente del agua mediante la integración de soluciones innovadoras y prácticas ancestrales. El arquitecto Alberto Andino y el experto en permacultura, Carlos Rojas, son los principales impulsores de esta iniciativa, que busca transformar la manera en que interactuamos con nuestro entorno natural.
Andino y Rojas coinciden en la importancia de recuperar las prácticas ancestrales de manejo del agua, especialmente aquellas que han sido utilizadas por culturas originarias para la recolección y el uso eficiente del líquido vital. Al mismo tiempo, se busca incorporar tecnologías modernas que optimicen la gestión de los recursos en un contexto urbano, como por ejemplo el terraceo.
Según Andino, se trata de una técnica ancestral que consiste en modificar la topografía de un terreno en terrazas, lo cual ayuda a reducir la velocidad del agua, permitiendo que se infiltre en el suelo de manera más eficiente. Este procedimiento, utilizado por diversas culturas a lo largo de la historia para evitar la erosión del suelo y mejorar la retención del agua, se ha adaptado al contexto actual para favorecer el desarrollo de la vegetación y mejorar la calidad del ecosistema.
El tratamiento de aguas grises y negras es una parte fundamental de esta iniciativa. Esta clase de líquidos, provenientes de los inodoros, es procesado mediante un sistema ecológico conocido como Vermifiltro. El proyecto utiliza lombrices para descomponer los desechos humanos y generar abonos orgánicos que se devuelven al suelo, contribuyendo a la fertilidad del terreno.
Andino destaca que solo el 4 % de las aguas negras de Quito se tratan adecuadamente, mientras que el resto se vierte directamente en los ríos y quebradas, contaminando el medio ambiente. En esta zona ecológica, se asegura que ningún gramo de aguas negras se desperdicie ni contamine los cuerpos de agua cercanos. En lugar de eso, se reincorpora al suelo como un abono orgánico que cierra el ciclo biológico, transformando los desechos en nutrientes útiles para la tierra.
Por su parte, las aguas grises, aquellas que provienen de actividades como el lavado de ropa o los lavamanos, son tratadas mediante un sistema de humedales de plantas acuáticas. Este sistema no solo purifica el agua, sino que también embellece el paisaje, creando espacios naturales que contribuyen a la estética del lugar.
La propuesta de Terra Viva no se limita a Chiviquí. Los moradores de este sector han comenzado a replicar algunas de las prácticas sostenibles del proyecto en sus propios hogares del valle.
Una de las iniciativas más populares es la recolección de agua de lluvia, que se almacena en baldes o cisternas para ser utilizada en los cultivos. De esta manera, se reduce la dependencia de los servicios públicos de agua potable y se aprovechan los recursos disponibles de manera más eficiente.
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