Al rescate del patrimonio bibliográfico de la Universidad Central
A través de una alianza se restauran las obras coloniales del instituto superior. Se han hallado dos incunables y un manuscrito de Eugenio Espejo
Las once páginas, escritas por Eugenio Espejo llenan un vacío importante: el último cuadernillo de un manual de gramática griega que salió defectuoso de la imprenta, y que el intelectual ecuatoriano no notó hasta que lo tuvo en casa. “Lo escribió a mano. Pegó los cuadernillos y copió lo que faltaba”, explicó José María Sanz, especialista en interpretación documental, mientras muestra las fotos que acompañan al proceso de investigación que se llevaba a cabo desde agosto en la Universidad Central del Ecuador (UCE).
Desde ese mes, y tras un largo proceso de gestión, la fundación Conservarte Ecuador entró al instituto superior para empezar un proceso de restauración, conservación y estabilización de ciento veinticinco volúmenes que datan de los siglos XV al XX y que son parte de los 26.000 tomos que conforman la biblioteca histórica de la entidad.
El proyecto, avalado por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), obtuvo un fondo de la fundación alemana Gerda Henkel Stiftung por un monto aproximado de $ 20.000, y se trabaja en el área histórica de la biblioteca, que cuenta con algunos de los equipos más avanzados de la región.
Ramiro Endara, titular de Conservarte, explica que la intervención que culmina el próximo año, se ha hecho en varias fases y que en ello ha participado un equipo de expertos, que incluye biólogos, químicos, un filólogo, un bibliotecario y varios restauradores.
“Se trata de una de las colecciones bibliográficas más antiguas del país. Los tomos datan de la época colonial y son invaluables para la historia del Ecuador. La mayoría provino de donaciones de la Universidad de San Gregorio y de varios conventos. Hemos encontrado unas joyas maravillosas, y aunque estos se encontraban, en lo que podríamos considerar buen estado, es necesario restaurarlos para estabilizarlos y frenar el proceso de deterioro”.
Los tomos son revisados para determinar cuáles son los ataques micóticos y microbiológicos que los aquejan y establecer su tratamiento. Una vez realizado este proceso, así como el tratamiento con una luz germicida, estos se reintegran. Se subsanan las manchas y el daño provocado por la humedad, se corrigen las deformidades, y se agregan los faltantes (hojas arrancadas o vandalizadas). Luego son guardados en contenedores especiales y catalogados.
Además del manuscrito hecho por Espejo, en la biblioteca también se encontraron dos libros incunables (nombre dado a todo libro impreso durante el siglo XV en torno a la invención de la imprenta), que datan de 1485 y 1497 respectivamente.
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Leer másEl uno es ‘Supplementum chronicarum’ de Giacomo Filippo Foresti da Bergamo, un fraile agustino; y el segundo, una copia “pirateada” de las ‘Crónicas de Nuremberg’, tomo con una curiosa historia (ver subnota).
Pero estos tomos, además de ser incunables, también tienen una particularidad: ambos tienen sellos impresos que los determinarían como propiedad de “el convento de San Pablo de Quito y San Francisco de Quito”, y quizás pasaron por las manos del afamado fraile Jodoco Ricke.
“Tenemos esa sospecha, pues los sellos tienen las marcas MR (correspondientes al apellido de fray Jodoco) e indicaciones manuscritas muy antiguas. Faltarían más estudios para determinar si nuestra hipótesis es correcta”, dijo Sanz.
Pero no todos los libros se salvan. Al menos 800 tomos están en “cuarentena”, subraya Endara.
Los más dañados son separados en una habitación especial donde pasan por procesos químicos avanzados para tratar de subsanar los daños. “La realidad es que, si tuviéramos los fondos, todos se podrían recuperar, pero sería una inversión de cerca de un millón de dólares. Hacemos todo lo que podemos”, dijo.
A lo largo de los años, Conservarte ha trabajado en trece proyectos similares, que incluyen intervenciones en las bibliotecas de los conventos de San Agustín y Santo Domingo, en la capital, y para todos se ha necesitado de alianzas internacionales con el fin de realizar la restauración.
“Ni el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, ni el ministerio de Cultura y Patrimonio cuentan con presupuesto para esto. Si algo se necesita de urgencia es trabajar de la mano con la empresa privada ecuatoriana para que se sensibilicen con este trabajo y con la importancia de rescatar el patrimonio documental de nuestro país”.
Sin ir más lejos, solo en la Universidad Central aún hay temas pendientes, para lo que se deberán gestionar nuevas alianzas, pues se necesitan fondos para restaurar el archivo histórico del instituto superior y para iniciar un proceso de digitalización de los libros y documentos recuperados.
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En 1493, tras diez años de trabajo, se publicó las ‘Crónicas de Nuremberg’ de Hartmann Schedel, uno de los libros técnicamente más avanzados de los comienzos de la imprenta, y el primero que integró un gran número de ilustraciones, cerca de 1800. Sin embargo, tres años después, en Augsburgo, un editor llamado Johann Schönsperger tomó toda la información contenida en la obra y publicó una versión que solo puede ser considerada pirata y la imprimió en papel de menor calidad y en menor tamaño, lo que la hizo más accesible y por la que ganó mucho dinero.
La obra que custodia la Universidad Central es esa versión “chueca”, como explica José María Sanz, especialista en interpretación documental. “Es uno de los primeros ejemplares del robo intelectual en el libro escrito, en una época en la que no había leyes de derechos de autor (...) Del original sobreviven unos 300 ejemplares, de este menos. Es realmente valioso”.