Un ritual para despedir a las mascotas
En Quito hay varias firmas que se dedican a la asistencia para el adiós a los compañeros de cuatro patas. El concepto apunta más a lo espiritual
La muerte de un ser amado es uno de los momentos más duros. Sea humano o un compañero de cuatro patas, el dolor es tan intenso que muchas veces no alcanza con palabras de consuelo.
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Leer másY pensando en ello, en Quito existen firmas que se dedican al acompañamiento para despedir a las mascotas. Hay diferentes opciones para decir adiós, pero todas manejan un denominador común: un ritual que alivie ese sentimiento.
A partir de ahí existen distintos caminos: cementerios, cremación y entrega de las cenizas en urnas y hasta una conexión con la naturaleza.
De ellas, el cementerio está desapareciendo. Si bien no existe una ley que prohíba el entierro de animales en propiedades privadas, las personas se están inclinando más por la cremación y el intercambio de la muerte por la vida.
¿Cómo funciona? Los crematorios, generalmente, entregan una planta al afectado simbolizando ese intercambio. Las cenizas, obviamente, van en la urna adicional.
Jordi Zambrano, del crematorio San Francisco, comenta que este procedimiento ha servido mucho a las personas. Inclusive, siente que más que un trabajo, brinda un soporte mental cuando abre la sala de velaciones para la última despedida del cuerpo.
Esteban Villasís, de Santas Huellas, cuenta que los servicios exequiales para las mascotas aparecieron ante la necesidad de brindar una despedida honorable.
Antes, lamentablemente, las personas lanzaban el cuerpo a la basura. Pero en su mayoría era porque no sabían qué hacer. No era tanto por falta de amor. asegura.
Reconoce que al inicio, hace seis años, lo miró como un negocio, pero que ahora lo siente como un proceso para transformar una difícil despedida en algo que ayude a llevar ese luto.
En Huellas Memorables manejan un concepto similar. La cremación es el primer paso. A partir de ahí hacen el intercambio con plantas naturales y artificiales, dependiendo de la necesidad del afectado.
Carolina Aráuz, propietaria de Lord Guau, explica que tras la pandemia sintieron la necesidad de dar un paso más.
El cementerio que había en Puembo tuvo que cerrar por motivos económicos y los restos fueron devueltos a los dueños. A cambio se enfocaron en Tambo Quinde, una reserva natural privada que ofrece hospedaje para las personas y sus mascotas, a 45 minutos de Quito. Allí se puede llevar un proceso de luto más pausado. “Nuestra idea es que las personas dejen el dolor de la muerte y reciban algo bonito. Después de todo, nos quedamos con parte de la historia de la vida de ellos”, inicia.
La asistencia también implica la entrega de un bonsái, donde va una parte de las cenizas, contenidas en una funda, que impide que afecte a sus raíces.
Otra parte se coloca junto a una planta y una tercera va en el tubo de ensayo para el ‘árbol de la vida’.
“Es un árbol centenario patrimonial que tenemos en la reserva. Las personas lo pueden abrazar y entregar el dolor. Es llegar a una conexión con la naturaleza”, agrega Aráuz.
El ritual sigue con un baño en la cascada para limpiar el alma y la elección de una piedra. En ella se escribe el nombre de la mascota o cualquier mensaje. También se puede hacer un dibujo. Después se la coloca junto a la planta.
“Esa planta podrán visitarla las veces que deseen. Allí, el cuerpo inerte del perrito se convirtió en un cuerpo de vida, que es el árbol, que dará frutos o flores”, concluye.
De todas maneras, en la mayoría de firmas hay un soporte adicional. Si el dolor de la persona por la pérdida de su compañero es muy fuerte se puede programar una terapia de sostén emocional.
Así, cada uno decide cómo despedir a su mascota. Existe una gran variedad de opciones, tanto para la cremación como para el último recuerdo, que puede ser un dije con sus cenizas, un cuadro o una planta.
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