Quito

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En el sitio, los visitantes utilizan herramientas y bates para romper botellas, platos, vasos y objetos electrónicos.Leonardo Velasco Palomeque

Romper platos, botellas y teles, ¿cómo es el único rage room de Quito?

En MFAV Smash Club los visitantes pagan para destrozar objetos. Las mujeres son las visitantes más asiduas

Divorcios, despidos, conflictos laborales, infidelidades; los motivos para ir a MFAV Smash Club, al centro norte de la capital, son múltiples, pero el resultado es el mismo: en el único rage room (cuarto para la ira) de Quito, los visitantes pueden descargar sus frustraciones destrozando botellas, platos, televisores, computadoras y gritando a sus anchas.

“Uno de los casos más impactantes fue un chico que, ni bien se graduó, vino con sus tesis y la puso entre las cosas para destruir”, recuerda risueño Galo Santafé, propietario del espacio.

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La idea, explica, surgió años antes, cuando laboraba en el área de créditos de una empresa. “Me parecía que admirable como los microempresarios se enfrentaban a tantas dificultades económicas y del entorno, pero pensaba que, cuando las cosas no iban bien, debía ser muy complejo porque no tenían una manera de liberar ese estrés”, recuerda.

Ya para entonces había visto videos de los rage rooms en Japón, país donde surgieron los primeros de su tipo. “Era loquísimo, porque eran casas enteras adecuadas, con comedores, sofás y estanterías llenas de platos, para que la gente los rompa y descargue su ira. Me parecía interesante porque era una manera segura de canalizar la furia y la frustración”, comenta.

Finalmente, en marzo del año pasado se animó a abrir su rage room propio, adecuando un espacio para que la gente pudiera ir a destrozar los objetos con bates de béisbol, martillos y barretas pata de cabra.

El primer espacio estuvo en Ponciano, y a fines del año pasado se mudaron a su actual locación, en La Mariscal.

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Tras concluir su tiempo, los visitantes pueden dejar mensajes en las paredes. Muchos hablan del desamor.Leonardo Velasco Palomeque

Ahí, los visitantes pueden elegir entre paquetes para una, dos o tres personas y, cubiertos con equipos protectores, tomarse hasta 45 minutos para romper todo lo que está a su alcance.

Desde que empezaron, señala Santafé, han contado con todo tipo de visitantes, entre ellos grupos de amigos y familias, cada uno con su propia historia.

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“Hay muchos motivos por los que la gente viene. Primero está la curiosidad, pero también el deseo de liberar el estrés diario. Al inicio teníamos sobre todo oficinistas, pero en los últimos meses nuestra clientela también incluye a estudiante universitarios”, cuenta.

Aun así, la furia no es la única motivación para quienes llegan al espacio. Entre las historias más conmovedoras que recuerda el propietario, está la de un visitante que acudió a celebrar el triunfo en su lucha con el cáncer.

“No todo es ira. También viene mucha gente a divertirse con sus amigos, o incluso a romper paradigmas de la infancia, rompiendo y gritando, cosas prohibidas en muchas casas cuando eres niño”, señala.

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La principal dificultad para mantener vivo el espacio, agrega, es conseguir los objetos para cada habitación.

Estos, indica, se compran a recicladores, chatarreros, negocios que están cerrando sus puertas, e incluso se adquieren totalmente nuevos. “Ya tenemos nuestros proveedores, pero hay cosas que no se pueden conseguir con facilidad. Las vajillas, por ejemplo, las compro nuevas en El Tejar, porque es difícil adquirir platos usados en buen estado”, añade.

¿Cómo funciona?

Para poder acceder a una de las habitaciones, primero hay que hacer una reservación, pues cada espacio queda adecuado y limpio para su próximo ocupante.

Tras ello, los interesados pueden acceder a tres opciones: el paquete de $ 15.80, el de $26.90 y el de $37.90. El primero es de veinte minutos y de 28 objetos. Los siguientes ofrecen estadías de hasta 45 minutos y un mayor número de objetos.

Antes de ingresar a la sala, los visitantes reciben un traje de seguridad, guantes, y máscaras protectoras que evitan posible cortes o accidentes.

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A las salas se ingresa con equipo protector, que incluye un traje, una máscara y guantes para evitar cortes.Leonardo Velasco Palomeque

Santafé añade que las principales visitantes al smash club son mujeres. “No sé a qué se debe, pero siento que es porque son más decididas que los hombres, no porque estén más locas”, asegura risueño.

Tras concluir la experiencia, los usuarios pueden escribir mensajes en las paredes. Estos permanecen en el sitio durante meses y entre ellos se puede leer alivio, alegría y ganas de empezar de nuevo.

“Tuvimos unas visitantes extranjeras que nos decían que esta era una gran manera de evitar tomar acciones legalmente reprensibles o terminar en prisión, y sin duda es así. Cuando acabas terminas aliviado”, comenta.

Un boom a nivel mundial

Tras su lanzamiento en Tokio en 2008, los rage romos se han popularizado a nivel mundial, expandiéndose a Europa y Estados Unidos.

En América Latina estos también han hallado nichos en ciudades como Bogotá, Medellín, Lima y Buenos Aires.

En Ecuador, no obstante, propuestas de este tipo han tenido limitadas experiencias en Cuenca y Guayaquil. En esas ciudades dos iniciativas se mantuvieron abiertas en 2021 y 2022 respectivamente, para luego cerrar.

Para Santafé, no obstante, el plan es crecer y llevar el Smash Club a otras urbes. 

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