Quito

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Ante los constantes robos y otros hechos delictivos, los moradores de El Troje hicieron marchas y costearon el arreglo de motos de la Policía.Foto: Ángelo Chamba

Quito: Vecinos toman acciones para hacer frente a la inseguridad

Cansados de la delincuencia, moradores deciden actuar en barrios de Quito

“La unión hace la fuerza y más en tiempos con tanta inseguridad”, así lo dice con convicción Ana Basantes, que desde hace dos años vive en El Troje, en el extremo sur de Quito.

Un hecho marcó un antes y un después en el barrio e hizo que los vecinos se unan y se organicen para hacer frente a la delincuencia que los afecta.

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En junio pasado, dos hombres ingresaron a una tienda para robar. Amedrentaron a las personas que estaban allí, pero un vecino decidió reaccionar. Buscó un palo e intentó atrapar a los sospechosos. Al verse acorralados, los atacantes rompieron las puertas de vidrio del local de abarrotes e intentaron escapar.

El momento en que salían de la tienda, a uno de ellos se le cayó un arma y el vecino la tomó. Intentó ahuyentarlos, pero los delincuentes le dispararon primero. En ese instante se desató un enfrentamiento. Afortunadamente el hombre salió ileso.

Una marcha para exigir seguridad

“A partir de esa situación hicimos una marcha a la que asistieron más de 300 personas. También vinieron del Municipio y de la Policía y empezamos las mesas de trabajo”, señala Basantes.

Para los vecinos la situación era crítica, por lo que exigieron patrullajes y más iluminación en la avenida 20, debido a que solo a un lado de la vía hay postes con luces. También pidieron que se limpie la maleza que creció en el bosque que hay a lo largo de la calle. 

Los moradores aseguran que ese espacio se ha convertido en una guarida de ladrones y, al estar en un sitio alejado, no es raro ver que dejen a personas que fueron secuestradas y hasta escopolaminadas.

Basantes recuerda que en una de las reuniones conocieron que la UPC más cercana estaba a 30 minutos de distancia y, además, la Policía no contaba con vehículos ni motos para patrullar.

Vecinos organizaron una rifa

El tiempo era crucial y no podían esperar, así que decidieron hacer una rifa para arreglar dos autos y dos motos de la Policía. Entre las familias del sector se repartieron los boletos y vendieron 700 en total, a 1 dólar cada uno.

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Los moradores de El Troje colocaron letreros de advertencia para los ladrones.Foto: Ángelo Chamba

Con ese dinero costearon el arreglo de dos motos. Un vecino que tiene un taller solo les cobró por los repuestos. En uno de los carros invirtieron alrededor de 300 dólares para que nuevamente funcionara. “Insistimos mucho con la Policía, dijeron que no había recursos, que el presupuesto les llegaba en dos meses”, cuenta Verónica Pereira, moradora de El Troje.

Pereira sostiene que han sido víctimas de todo tipo de delitos. En su caso, en diciembre de 2023, intentaron robarle su auto, al ver que no lo conseguían, los delincuentes le pincharon las llantas y se llevaron todo lo que había adentro.

Comités de seguridad 

El difícil panorama que enfrentaban los vecinos los impulsó también a conformar comités de seguridad. Mariuxi Ramos es parte de la organización. Lamenta que en la Policía no haya el presupuesto suficiente para atender las necesidades de los barrios, o que cuando ya lo tienen, el tiempo de ejecución sea corto y les toca devolver el dinero. 

Por otro lado, destaca la unión que se ha fomentado entre los vecinos, ya que sin las acciones que ejecutaron, “estaríamos a merced de la delincuencia”.

Desde que tomaron las medidas, además de la compra de dos alarmas y la instalación de cámaras de video, en el sector ya no se han registrado hechos violentos como el de junio pasado. “Antes, al menos tres veces a la semana había alguna novedad”, comenta Basantes.

Una de las preocupaciones de los vecinos es que si hay algún cambio en las autoridades o de los uniformados con quienes se han organizado, el trabajo quede en nada y deban empezar de nuevo. Por ello piden que se dé seguimiento y continuidad a las acciones emprendidas.

Recuperar el espíritu de vecindad

En el otro extremo de la ciudad, en San Enrique de Velasco, que tiene como vecinos a barrios como Colinas del Norte, Pisulí o La Roldós, desde el año pasado la situación en cuanto a la inseguridad se agudizó. Manuel Moya, quien forma parte del comité de seguridad, señala que a diario los negocios y moradores son víctimas de robos. También es frecuente ver a motos y vehículos sin placas que merodean el sector.

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A lo largo de la av. 20, en El Troje, hay un bosque. En los bordes se llena de maleza que sirve como un escondite para los ladrones.Foto: Ángelo Chamba

La constante zozobra en la que viven los vecinos y la falta de atención de la Policía los llevó a organizarse y crear chats comunitarios. Además, con sus propios recursos compraron dos alarmas e instalaron cámaras de video.

“Esas herramientas nos han ayudado porque si pasa algo o vemos personas o autos sospechosos, se alerta a los vecinos, pero también estamos limitados porque cuando se pide ayuda a la Policía no vienen o se demoran”, menciona Moya.

A criterio del dirigente, ese es un problema debido a que hay una sola Unidad de Policía Comunitaria (UPC) para al menos ocho barrios considerados conflictivos. Sin embargo, destaca que frente a las actuales circunstancias, los moradores se han unido y poco a poco se está recuperando ese espíritu de vecindad que se había perdido. Con nostalgia recuerda el tiempo en que todos los vecinos se conocían y había mucha solidaridad.

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Una forma de conocer a los vecinos, dice Moya, ha sido con mingas de limpieza de espacios recreativos y también capacitándolos en el funcionamiento de la alarma comunitaria.

Casos de extorsiones

En el sector del Plan Victoria Kennedy, en el norte, se vivía una situación similar. Al menos dos negocios ubicados en la avenida Ramón Borja fueron extorsionados y el robo de vehículos se volvió más común. 

Para Dolores Portilla, presidenta del Comité Promejoras, tenían dos opciones: dejarse ganar por el miedo o actuar. Eligieron la segunda.

Entre los moradores decidieron contratar guardianía privada, colocaron cámaras de seguridad y al menos una vez al mes hacen marchas. Asimismo, los dueños de los negocios se armaron con bates y pitos para alertar de alguna novedad. 

“Es una herramienta barata y ayuda bastante porque disuade a los delincuentes”, dice Portilla. Con esas acciones ven que, por ejemplo, ya no se han dado casos de extorsión a los locales comerciales.

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