Quito: Los vitrales de la Basílica se intervienen por primera vez
Veinte restauradores recuperan 65 vitrales forjados en los años setenta. La obra concluirá en noviembre Las piezas se encuentran con daños y roturas
A fines de los años cincuenta, el vitralista español, radicado en Colombia, Mario De Ayala, recibió un pedido de la orden de los padres oblatos: elaborar los vitrales para la Basílica del Voto Nacional.
Quito: Nuevos policías se suman al Distrito Quitumbe
Leer másEl afamado artista cumplió a cabalidad con el encargo, diseñando vitrales tipo rosetones, estructuras para brindar iluminación y estructuras ornamentales que representaban la historia de los obispos de la ciudad y de la flora de Ecuador, a través de lirios y orquídeas.
Sin embargo, tras llegar al país, estos permanecieron almacenados en cajas, y no fueron colocados hasta inicios de los años ochenta, cuando la visita del papa Juan Pablo II era inminente. Aquella situación, explicó Leonardo Espín, restaurador de Instituto Metropolitano de Patrimonio, provocó que los vitrales fueran instalados al apuro, afectando a los coloridos vitrales de manera inesperada.
Quito contará con tres vuelos directos por semana hacia Cancún
Leer más“Las décadas que pasaron embalados hicieron que se perdieran las codificaciones que entregó el vitralista sobre su colocación. Sin ese documento, y por la premura de la visita del papa, las piezas se colocaron sin un plan claro, y se metieron a la fuerza en las estructuras, generando deformaciones”, señaló.
Además de esos daños iniciales, el paso del tiempo llevó a que los vidrios que se dañaban o rompían fueran “reparados” con materiales como cemento de contacto, silicona e incluso cinta adhesiva, afectando aun más a los delicados vitrales.
“Además de esos daños y las averías naturales causadas por la lluvia y el sol, muchas piezas han sido afectadas por el vandalismo, como los grafitis o los chicles”, añadió Espín.
La zonal Los Chillos estará a cargo de Rosa Mireya Cárdenas
Leer másFue así que el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) planteó la posibilidad de intervenir los vitrales por primera vez y devolverles su antiguo encanto.
El trabajo, que cuenta con una inversión de $ 237.521 y que se estima concluirá en noviembre, es desarrollado por veinte restauradores, auxiliares de restauración, dibujantes, vitralistas y personal de seguridad industrial, que realizan el arduo trabajo de remover los enormes vitrales, de cerca de 12 metros de altura cada uno, limpiarlos, intervenirlos y colocarlos nuevamente en su sitio.
El proceso inicia con el desmontaje, que se lleva a cabo por cuadrantes. Esta, explica Espín, es la parte más delicada del proceso, pues los restauradores deben tener sumo cuidado de no romper las piezas que los conforman.
Día del padre: ¿Cómo celebrar a papá en Quito?
Leer más“Es un trabajo delicado, pues una vez que se remueve el vitral, pasa por un proceso de limpieza, retiro de suciedad y de elementos extraños, la eliminación de concreciones y de sales insolubles, la corrección de deformaciones, el reforzamiento de cañuelas, la reintegración de elementos vítreos (devolver la adecuada lectura formal y estética en las obras), la aplicación de protección, el tratamiento de marcos de metales, entre otros pasos”, dijo.
A la par, también se limpian los metales que conforman la estructura y se retira la vegetación intrusiva que crece alrededor de los vitrales.
La obra se lleva a cabo dentro de la Basílica, y puede ser observada por los turistas que a diario la visitan.