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La fiscal general del Estado, Diana Salazar.
La fiscal general del Estado, Diana Salazar.ARCHIVO EXPRESO

La reciente ofensiva contra la fiscal Salazar es bien torpe | Por Martín Pallares

Análisis | Es una segunda oportunidad a los ya fracasados chats de Ronny Aleaga. Es de tal pobreza que omiten su hoja de vida

La segunda y más reciente pieza de la virulenta ofensiva del correísmo contra la fiscal Diana Salazar es un artículo de la semana pasada firmado por José Olivares y Ryan Grim en algunos medios de comunicación internacionales. Se trata de una larga nota cuya esencia consiste en darle una segunda oportunidad a los ya fracasados chats que Ronny Aleaga dijo que eran suyos con la fiscal.

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El artículo fue precedido de otra pieza de virulento activismo en contra de Salazar que la lanzó el productor de contenidos digitales, Anderson Boscán de La Posta. Ese golpe apareció pocos días luego de que la fiscal salió en un video diciendo que ya estaba lista para el juicio político porque el riesgo de su embarazo había terminado. Ahí, el productor de contenidos digitales dijo que Salazar está coludida con la mafia albanesa para beneficiarla y, en un despliegue de altanería, la amenazó blandiendo su teléfono móvil con presentarle su “hemeroteca” para hundirla en el juicio. Además, la responsabilizó por cualquier cosa que le ocurriera a él y a su familia y le advirtió que él no le tiene miedo a los sicarios que ella tiene en la provincia de Los Ríos.

Al día siguiente de la presentación de Anderson, el prófugo Rafael Correa salió a decir los nombres de los sicarios de Los Ríos en una demostración de que estaba en sintonía con el de La Posta.

Pero lo del artículo publicado en estos medios de la izquierda global a la que pertenece el correísmo, entre los que están The Intercept de Brasil o Wikileaks, está tan lleno de errores periodísticos tan groseros que no es para nada difícil sospechar que fue redactado, en realidad, por militantes rabiosos del correísmo y no por los periodistas cuyos créditos aparecen.

Para comenzar está la forma en que los autores se refieren (o más bien la forma en que no se refieren) a su principal fuente: Ronny Aleaga. Al Latin King que fue asambleísta estrella del correísmo lo mencionan recién en el párrafo 14 de la nota, en una clara evidencia de que tuvieron vergüenza de citarlo. Y cuando lo citan no dicen nada sobre su prontuario. No dicen, por ejemplo, que Aleaga estuvo mencionado en los chats del caso Metástasis como operador político de las mafias, que amenazó públicamente con atentar la seguridad de Fernando Villavicencio antes de su asesinato, que usó los carros del narcotraficante Leandro Norero (+) y que está prófugo de la justicia.

Es de tal pobreza periodística esta omisión de la hoja de vida de Aleaga, que se podría comparar el caso con un hipotético reportaje hecho en los años 80 del siglo pasado sobre las mafias en Medellín, sustentado en pinchazos telefónicos de Pablo Escobar, sin que se diga quién era Escobar o únicamente diciendo que es un senador de la República (Escobar lo fue).

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Hay otras cosas que hacen pensar que el artículo fue escrito por propagandistas de la Revolución Ciudadana. Por ejemplo, que luego del asesinato de Villavicencio, la “oficina” de la fiscal Salazar se encargó de inculpar del crimen al correísmo, cosa que es más falso que billete de tres dólares.

Aseguran cosas que, además, únicamente se han registrado en el evangelio correísta sobre el crimen de Villavicencio en el que siempre se trató de posicionar la idea de que el crimen fue una maniobra para perjudicar a la izquierda. Cosas como esta: “Salazar, quien aparentemente estaba en contacto cercano con el embajador estadounidense, ayudó a formar la narrativa pública de cómo el partido de izquierda era responsable del asesinato, una maniobra que evitó con éxito que los correístas regresaran al poder, acelerando dramáticamente el vertiginoso descenso del estado ecuatoriano”.

Los autores de la nota son tan torpes que dicen cosas que parecen chiste. Por ejemplo, que el peritaje que ellos hicieron sobre las chats arrojó un dato, para ellos, determinante: que los mensajes de Aleaga provienen del teléfono de Aleaga. Es decir, que el peritaje dijo lo único y más obvio que podría decir, cuando realmente lo que importaba era saber si estos mensajes habían tenido como destinatario el teléfono de la fiscal Salazar. Difícil saber cuál fue el cerebro para esta reciente arremetida contra la fiscal. Lo único cierto es que no tiene los más mínimos estándares internacionales para creer lo que está dicho. Por más que esté escrito en inglés.

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