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Imagen de Pexels. Videollamadas y coronavirus. 15 de junio de 2020.
En las últimas semanas, todo contacto con otros, ya sean compañeros de trabajo, amigos o familiares, ha estado mediado por una pantalla.Pexels

Confinamiento y videollamadas: ¿Por qué nos satura comunicarnos virtualmente?

Mantenernos en contacto en días en que la comunicación se limita a una pantalla podría terminar por abrumarnos. Estos son los motivos

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Si el enunciado "no todas las llamadas deben ser videollamadas" describe tu postura respecto a la vía de comunicación por excelencia durante el confinamiento por la emergencia sanitaria, este artículo te interesa. Sí, esa opción que inicialmente emocionaba al permitir esos encuentros que no podían concretarse cara a cara, debido al alejamiento que demanda la pandemia, terminó por lograr lo contrario. Y no necesariamente porque no se desee interactuar con los demás.

En las últimas semanas todo contacto con otros, ya sean compañeros de trabajo, amigos o familiares, ha estado mediado por una pantalla. Plataformas como Zoom, Skype y Hangouts se han convertido en los escenarios de gran parte de nuestras reuniones—tanto laborales como sociales— y el efecto que su uso constante puede tener en las personas fue bautizado, en honor a una de las aplicaciones más populares de la cuarentena, "fatiga por Zoom".

Aunque ciudades como Guayaquil se encuentran en una nueva etapa de la crisis sanitaria —pasó a semáforo amarillo, el pasado 20 de mayo de 2020— y los ciudadanos han retomado ciertas actividades, esta nueva normalidad mantiene a las videollamadas como una alternativa importante cuando de permanecer en contacto se trata. Entonces, ¿por qué puede convertirse en una fuente de agobio?

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La psicóloga clínica Jazhuat Echeverría explica que es posible que esta saturación se genere en varios casos, como el de las personas que trabajan por largos periodos bajo esa modalidad o el de quienes desarrollan su vida social mayormente por ese medio. Esto, sostiene, termina por causar frustración al no poder estar cerca. “Hay muchas personas que tienen ese excesivo contacto (virtual) porque sienten que si lo dejan van a perder su vínculo”, apunta.

Influye, asimismo, el hecho de que el intercambio no siempre es directo como cuando se realiza, por ejemplo, una videollamada de uno a uno, sino que “compartimos en micropantallas con muchas otras personas”, resalta Echeverría.

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A ello suma que “no todos tenemos la misma velocidad de Internet, no podemos ver las expresiones o gestos de otros”. Y es que en este tipo de interacciones suele anularse parte importante de la comunicación: la no verbal. En los encuentros frente a frente usamos una serie de gestos y expresiones que en estas condiciones no es posible transmitir o percibir.

Ese es un tema en el que la escritora Kate Murphy profundizó en un artículo titulado Why Zoom Is Terrible, publicado en The New York Times. “Los psicólogos, informáticos y neurocientíficos dicen que las distorsiones y los retrasos inherentes a la comunicación por video pueden terminar haciéndote sentir aislado, ansioso y desconectado (o más de lo que ya estabas)”, apunta la autora y advierte que “quizás sea mejor que solo hables por teléfono”.

En ese mismo texto, difundido el pasado 29 de abril, Murphy apunta que comunicarse a través de video puede resultar frustrante debido a que las personas son “sensibles” a las expresiones faciales de otras: “Las expresiones auténticas de emoción son una intrincada variedad de contracciones musculares diminutas, particularmente alrededor de los ojos y la boca, a menudo percibidas inconscientemente, y esenciales para nuestra comprensión mutua; pero aquellas contracciones casi desaparecen en videos pixelados o, peor aún, se congelan, suavizan o retrasan para preservar el ancho de banda”.

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En algunos casos, tener acceso ilimitado a una conexión por estar en casa, podría derivar en la extensión de las jornadas telemáticas, al dar la ilusión de constante disponibilidad para sentarse frente a la cámara en cualquier momento del día.

La psicóloga guayaquileña insta a buscar un equilibrio tanto en cuestiones sociales como laborales. Recomienda establecer acuerdos y “no ir a los extremos de que por eso tengo que estar todo el tiempo haciendo videollamadas”.

Incluso, Derek Pando respalda la necesidad de una planificación previa. El responsable de Marketing de Zoom dijo a diario El País: “Una buena regla general antes de agendar una reunión es considerar si vale la pena el tiempo que vas a invertir; un email rápido, un mensaje por chat o una llamada de 30 segundos pueden ser suficientes para comunicar tu mensaje y no es tan exigente como una reunión con videollamada”.