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NOBOA DE CARTON
‘Noboas de cartón’ y carteles de campaña fueron dispuestos masivamente en los alrededores.GUSTAVO GUAMAN

Daniel Noboa encontró el formato perfecto para no decir nada

Análisis. Videos en clave publicitaria e interludios retóricos a cargo de Noboa

Lo que se anunció como un Informe a la Nación resultó ser una suerte de fantasía cinematográfica: un gran collage publicitario de 30 minutos de duración. Más que un discurso, una colección de videos. Toda la fuerza del mensaje presidencial descansó no sobre las palabras sino en la banda sonora, en el ritmo de videoclip marcado por una edición de imágenes frenética y en la profusión de cifras, que desfilaban demasiado aprisa sobre la pantalla como para detenerse a comprobarlas.

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En este espectáculo audiovisual, los comunicadores políticos de Carondelet reservaron para el presidente de la República el dudoso papel de maestro de ceremonias encargado de llenar los espacios entre un video y otro con artificios retóricos sobre “el nuevo Ecuador”, de la misma manera como los animadores de la ceremonia de entrega de los premios Oscar cubren el vacío entre una categoría y la siguiente con alegorías radiantes o humorísticas, siempre olvidables, sobre el arte de hacer películas.

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La sensación de optimismo resultante, que capitalizará Daniel Noboa, es nomás eso: una sensación. Producida por la combinación de los elementos publicitarios en juego. No una convicción o una certeza surgida del poder de las ideas (inexistentes, por lo demás) o de la seducción de un proyecto de país, también difícil de encontrar en este modelo de comunicación tan depuradamente formateado. El Informe a la Nación del presidente de la República fue el milagro de la sustitución del contenido por la forma.

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Abrió su mensaje Daniel Noboa con el tema de mayor preocupación nacional del momento: la seguridad ciudadana. Dijo que las mafias cuentan con aliados en las instituciones del Estado, en las empresas públicas, en los gobiernos locales… Y se centró en la fecha que ha decidido convertir en horizonte mítico de su gobierno, algo similar (aunque en menor escala) a lo que fue el 30-S para el correísmo: el 9 de enero. Ahora dice el presidente haber encontrado evidencias (que no se molesta en mostrar) de que los sucesos de ese día (la toma de los estudios de TC Televisión por un puñado de delincuentes quinceañeros, pero él no lo pone así) apuntaban a un golpe de Estado.

Entonces despacha el primer video. Eje: seguridad. Música de épica hollywoodense. Imágenes de acción. Testimonios de ciudadanos agradecidos. Profusión de cifras, algunas sospechosas, escritas en la pantalla: “sacamos de las calles a 34.952 presuntos delincuentes”. Cabe suponer que muy pocos de esos “presuntos delincuentes” fueron delincuentes reales, de lo contrario las cárceles habrían colapsado. Cifras que piden a gritos el tamiz de la verificación.

Tras el video, interludio retórico a cargo del presidente bajo el formato de tema y variaciones. Tema: “el nuevo Ecuador”. Variaciones: el nuevo Ecuador exige “combinar la fuerza y la firmeza con la empatía por nuestros hermanos ecuatorianos”. “En el nuevo Ecuador no se abandona a nadie”. “En el nuevo Ecuador no solo construimos puentes, conectamos a las personas”. Luego, otro video. Y tras el video, más retórica que sirve para apuntalar el efecto publicitario del video.

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Acaso contagiado por el espíritu de la música triunfal, Noboa recita estos interludios (que no pasan de eso) con acentuados gestos de pedantería: “No hay grandeza donde faltan la sencillez, la bondad y la verdad”: Tolstói. “Hay que ser fuerte para que nadie te derrote, noble para que nadie te humille, humilde para que nadie te ofenda y seguir siendo tú para que nadie te olvide”: Camus. De sabidurías.com (o lo que fuera) provino la parte más aplaudida del informe. Qué más da: a partir del segundo video, descubierto ya el esquema del espectáculo, poco o nada importaba lo que dijera el presidente.

Afuera, centenares de noboítas de cartón y de carteles con la imagen del presidente, encorsetado en la camiseta de ADN, su movimiento político, colgando de todos los postes de las calles circundantes, confirman la naturaleza electoral del acto. Adentro, el formato del discurso marca los límites de esa campaña: si algún paso ha dado en alguna dirección el presidente es hacia el vaciamiento de la política. Si en su discurso de investidura pretendió hacer de la falta de elocuencia una virtud, en su Informe a la Nación consiguió desplazar el peso del mensaje de las palabras a las meras formas.

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En su investidura entusiasmó a los comunicadores políticos con un eslogan construido sobre dos prefijos huecos: “El anti tiene un techo y el pro es infinito”, consagración rotunda de la pérdida de sustantividad (en el sentido literal y en el figurado, que remite a las esencias) del discurso político. En su Informe a la Nación, ese vaciamiento final de las palabras obtuvo su identidad definitiva en el formato publicitario. En ese esquema, el “nuevo Ecuador” de Daniel Noboa puede resultar tan inspirador como la patria retratada en una propaganda de Pilsener. Ni más ni menos.

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